Galería de Arte Manuel Ojeda

La apertura de la Sala Attiir – Manuel Ojeda en 1984 constituye un episodio excitante, atractivo, sugerente, controvertido y, por qué no, polémico que va a animar el por aquellas fechas sombrío panorama cultural contemporáneo de Canarias y que se constituiría, como el tiempo así ha reflejado, en uno de los factores esenciales para la consolidación de los lenguajes plásticos de sucesivas generaciones de artistas canarios y, al mismo tiempo, ha contribuido, gracias a su ininterrumpida programación desde sus orígenes hasta el momento presente, a despejar parte de los síntomas de atonía artística secular que se respiraban en nuestro archipiélago.

Gracias a su labor, los aficionados, curiosos y el público en general han podido disfrutar de diferentes exposiciones de muy variada naturaleza, prácticamente todas ellas caracterizadas por la búsqueda de la modernidad estética. Sin duda su contribución a la normalización de la contemplación y distribución de los lenguajes artísticos contemporáneos en nuestro entorno ha sido decisiva.Su labor, junto a la de otros como la Galería Vegueta, Leyendecker y Conca, se erige como básica cuando tratamos de entender la esencia última de los acontecido en el universo de lo privado en el arte actual canario.

De este modo se comprende que la historia de la Sala Attiir – Manuel Ojeda, es parte fundamental de la historia del arte contemporáneo de Canarias. Sus más de veinte años de existencia, es prácticamente excepcional en el contexto artístico de las islas – pocas iniciativas de similar disposición pueden presentar una trayectoria semejante – y viene a ser una excelente oportunidad para mirar hacia su memoria y a través de ella narrar el pasado reciente de quienes trabajaron y trabajan por abrir nuestra tierra a la vanguardia del arte.

La singular experiencia de Attiir – Manuel Ojeda demuestra que el lugar se puede transformar a través de la mera existencia del arte, de los artistas. La distancia geográfica no habría de ser un obstáculo para la difusión del proyecto. La actitud, y la aptitud, se convierten en elementos cruciales si de verdad hay decisión y se cree que la realidad se puede alterar contando como únicos instrumentos para ello con el trabajo y el interés por dominar los múltiples y complejos resortes que conforman el dominio estructural del arte contemporáneo. No sólo habrá que conseguir vincular la tarea de la galería a las obras de una serie de autores en los que se cree, sino que a ello hay que añadir la dificultad que entraña el tejer una tupida red de relaciones profesionales, públicas y privadas, influencias, amistades,… que faculten para adquirir la competencia imprescindible para no naufragar entre los bastidores del cada día más confuso y delicado universo del arte contemporáneo.

Si consideramos estos años como una magnitud de tiempo considerable para cualquier manifestación de la actividad humana, si hablamos de un desarrollo continuado y profesional en la actividad artística de una galería de arte es, cuando menos en Canarias, un logro que roza la proeza.

Es sabido por todos, que la estructura artística en nuestro archipiélago se asienta básica y fundamentalmente en la función pública. Son las instituciones oficiales las que han impuesto su carácter y dominio al arte realizado en Canarias. De este modo se ha fraguado, paulatinamente, una percepción que se ha ido formando a partir de la labor dirigida por los sucesivos responsables de los diversos organismos públicos, Gobierno Autónomo, Cabildos y Ayuntamientos, que han asumido algún tipo de responsabilidad en este territorio de la creación plástica contemporánea. Es por ello que podemos hablar de que se ha, en cierto modo, usurpado al universo artístico de las islas una parte esencial para su sano desarrollo: aquel que viene destacado desde la actividad privada.

En Canarias se puede considerar que el universo de lo privado ha sido siempre la salvedad, si no estrictamente anecdótica, sí, al menos, interpreta una dimensión de excepcionalidad. Pocas, muy pocas, han sido las galerías en nuestro entorno que desde la profesionalización de su labor, han sabido ubicarse como empresas activas y conscientes de su papel de dinamizadoras de un mundo cuya naturaleza es compleja y débil. Por lo tanto al hablar desde la perspectiva de una galería que ha sabido mantenerse continuadamente a lo largo de más de veinte años como referente esencial de lo realizado en el mundo del arte contemporáneo canario, es hablar de una experiencia casi única.

No podríamos entender el sentido, el fondo y la forma, las sucesivas improntas estéticas que han ido marcando las derivas creativas de nuestros artistas, sino analizamos el fenómeno, o los fenómenos, que se han ido marcando a través de las temporadas que han conformado el modelo de estas escasas galerías canarias. Canarias en general, y el mundo del arte canario en particular, debe reconocer esta excepcionalidad. Más de veinte años continuados en el mundo del arte es una base consistente para reconocer una labor. Al mismo tiempo constituye un armazón lo suficientemente sólido para que en su análisis podamos descubrir muchas de las claves, y mucho de lo mejor, de lo realizado en el dominio artístico canario. Es por ello que al estudiar la actividad desplegada por la Galería Manuel Ojeda en toda su historia no sólo estaremos estudiando la fenomenología particular de ella, sino que, dado el carácter excepcional que ostenta en el conjunto cultural donde se ubica, estaríamos realizando una reflexión sobre la naturaleza intelectual del contexto plástico canario de las dos últimas décadas.